Esta entrevista se realizó el sábado 13 de febrero de 2020, justo antes de la llegada de la pandemia (ya parece momento de otra era), cuando en Revuelta estábamos investigando sobre temas y artistas para nuestro blog.
Me había inscrito en el taller de bordado ayacuchano de Patricia Bailón de Munay, y me encantó la calidez con la que nos enseñaba la técnica, las puntadas y el entusiasmo con el que compartía su conocimiento; pero lo que más me impactó fue la historia de cómo logró vivir de su pasión.
Les compartimos esta motivadora entrevista, para que se inspiren y vean cómo es que con voluntad, perseverancia y mucho trabajo, podemos conseguir lo que queremos.
"Todo es perseverancia, tienen que intentar y empezar sin juzgarse mucho. Lo peor que te puede pasar es que no te salga y no era eso pues. Al bichito hay que hacerle caso porque por algo está ahí".
Antes de dedicarte al bordado, ¿qué hacías?
De profesión soy analista de sistemas; trabajaba en una empresa transnacional de telecomunicaciones, pero no me gustaba. A la par desarrollaba mi gusto por el arte haciendo vitrales. Luego, a raíz del nacimiento de mi última hija, decidí dejar de trabajar.
¿Cómo te iniciaste en el mundo del bordado?
Cuando nació mi primer hijo comencé a bordar en punto cruz. El punto cruz me encanta, pero quería dejar de hacer patrones y tener un poco más de libertad al bordar. Yo ya admiraba el bordado ayacuchano; me compraba carteras, vinchas, etc., y decidí inscribirme a un curso en Lima, pero yo tenía unas ganas locas de ir a Ayacucho a aprender la técnica in situ. No sé explicar bien por qué tenía la necesidad de ir, pero era algo que quería hacer. Entonces, sin pensarlo mucho, cogí mi maleta y me fui a Ayacucho por un año.
Investigando en internet pude contactarme con un artesano a quien le conté que quería ir a Ayaucho para aprender a bordar y él aceptó ayudarme y darme trabajo.
Como en Ayacucho no podía vivir del bordado (te pagan muy poquito), este mismo señor me empleó y me llevó a conocer centros artesanales. Entre ellos estaba el CITE (Centro de Innovación Productiva y Transferencia Tecnológica), que fue muy importante para mí porque pude relacionarme con mucha gente valiosa para el proyecto de vida que estaba construyendo.
¿Qué es el CITE?
Es una oficina gubernamental que aboga por las mejoras en la artesanía, usando nuevas tecnologías por ejemplo. Ahí me inscribí en un curso de teñido con tintes naturales y químicos y conocí artesanos -muchos de ellos venían de pueblitos- con los que conversaba más sobre los insumos naturales que usaban... ¡mis compañeros eran lo máximo! Como yo era bien aplicada y metida en las clases, el profesor me llevaba a cursos que se daban a veces en los centros para madres, donde se incentivaba a las mujeres a mejorar sus ingresos a través del bordado. Yo andaba con una bolsita bordada por mí y ese era mi jale. Se me acercaban para preguntar por la bolsita y nos quedábamos conversando sobre tips y técnicas de bordado. Intercambiábamos conocimientos.¿Qué tipo de conocimientos intercambiaban?
Detalles de bordado. Me recomendaban cómo hacer cierto punto, o cosas sobre teñido o telar. Como yo iba presentándome a los artesanos y les decía que quería aprender, ellos buenamente me enseñaban. Yo soy bien preguntona y esto me sirvió para aprender mucho de ellos, hasta que se ponían a hablar quechua y ya no podía entenderlos. Fue una temporada bien rica para mí, fue increíble todo lo que pude aprender de los artesanos y de las bordadoras.
Volviendo a tu aventura ¿Qué te animó a tomar la decisión e irte a Ayacucho?
No sé, solo tenía ganas de ir. No hay más explicación. Mi hijo ya estaba grande y mi hija se quedó un año con su papá, así es que tomé mi año sabático. Yo andaba empecinada en bordar, quería aprender y poder vivir de esto. Pensé que podía ir a Ayacucho y vivir bordando, pero en realidad yo no bordaba grandes cantidades y lo que me pagaban no cubría ni mi desayuno diario. Yo estudié algo que no me gustaba y no quería volver a sistemas, así es que tenía que hacer un cambio.
¿Qué pasó al llegar a Ayacucho?
Cuando fui al CITE para ver si podía estudiar teñido, me preguntaron si era artesana y les dije, ¡Claro que sí!, yo bordo y además hago vitrales -pensaba que realizar las prácticas ya te hacía de por sí artesana-, hasta que me preguntaron si tenía RNA, y yo ni siquiera sabía qué era eso. Así que averigüé y tramité el RNA (Registro Nacional del Artesano) y cuando me lo entregaron le escribí a mi hijo y le dije “¡YA EXISTO, POR FIN SOY ARTESANA, DE ACÁ YA NO HAY MARCHA ATRÁS!,”. Eso fue muy bonito y siento que ya no puedo retroceder.El año pasado estuve un poco parada por las clases, pero este año debo volver a Ayacucho a capacitar a mis artesanos para empezar a producir.
¿Participaste de algún proyecto en Ayacucho?
Me convocaron para participar en el lanzamiento de la marca Ayacucho, auspiciado por el patronato Piquimachay de los Añaños. El lanzamiento se hizo a lo grande y los artesanos teníamos que hacer productos con la marca Ayacucho.¿Qué te llamó del bordado ayacuchano?
Yo creo que fue el punto crespo, me encanta su textura, no sé... tiene una cosita que me gusta; me encanta sus ondulaciones y sinuosidades, le dan como una dulzura al bordado, y los colores, esas combinaciones que nosotros no nos atreveríamos a usar. A parte quería hacer un bordado donde pudiese usar más la creatividad.¿Cómo despliegas tu creatividad?
Yo hago mis propios diseños, no he bordado nada que haya bajado de internet. Hago lo que me nace hacer, pero me he dado cuenta de que la técnica no me sale exactamente como a los artesanos de allá (Ayacucho); por más que yo quiera a mí los diseños no me salen llenos, pero me gusta porque finalmente es lo que a mí me sale, es mi estilo propio. Tal vez por eso tanta gente me abrió las puertas y me enseñó, porque yo no quería copiarme, yo quería aprender y componer yo misma.En Ayacucho yo iba diseñando según veía las cosas, veía las flores y me inspiraba y las bordaba. La idea es hacer una colección con un hilo conductor y yo ya tengo algunas cosas con las que he empezado, como esta flor roja.
Mencionaste que tú querías vivir de esto, ¿lo has logrado a la fecha?
Sí, yo actualmente vivo de esto, no tengo otro trabajo.
¿Y qué te hace sentir haberlo logrado?
¡Imagínate! Estoy recontra feliz porque aparte de que estaba en trabajos que no me gustaban, tampoco cubrían mis necesidades y tuve que separarme de mis hijos, en cambio ahora estoy con ellos en MI casa que YO misma pago, jajaja, estoy happy. Mi hijo trabaja conmigo, es mi community manager y me ayuda un montón, él es muy preocupado y súper chévere.¿Cuándo abriste tu propio taller?
En diciembre de 2018. Primero creé mi página que al principio se llamaba K'antu; hice mi propaganda y tuve una alumna, jajaja, una valiente. Luego, en enero mi hijo me ayudó a hacer mejor las cosas y ya tuve más alumnas. Me gusta enseñar, pero dar clases tiene sus altos y bajos por las fechas, así es que hay que hacer más cosas. Ahora mi marca se llama Munay.Cuéntame sobre las piezas que has realizado, ¿cuál te gusta más o a cuál le tienes un cariño especial?
A mí encanta mi flor roja, la quiero seguir haciendo en otras versiones. En el CITE estuve con los artesanos del lugar pero también tuve la oportunidad de conocer a un diseñador que estaba haciendo una pasantía., Él vive en Francia pero es peruano. Llegó para ayudar a los artesanos con sus diseños y como yo soy empírica y no sabía nada, le mostraba lo que hacía y me incentivó a crear mis propios diseños, porque yo hacía las mismas cosas que todos.Yo soy muy tímida, iba a los cursos pero nunca me acercaba a la directora del CITE. Los mismos artesanos me alentaban y decían que mi trabajo estaba bien, así es que le mostré mis creaciones a la directora y me dio la oportunidad de enseñar en un curso, porque justamente estaban buscando innovación.
Terminé alojándome en el CITE y dando clases. Ahí me alentaban a seguir con mis diseños propios, que si bien son basados en lo ayacuchano, no se parecen mucho. Así se definió mi estilo como artesana.
¿Recuerdas cuál fue la primera pieza que vendiste?
Sí, fue a una italiana. Como hice muchos amigos lindos y yo no tenía dónde vender mis cosas, le dije a uno de ellos:
“Como usted no abre todos los días, qué tal si yo abro cuando usted no esté y a cambio traigo mis cosas para vender” y él aceptó. Ahí, en el Mercado Artesanal, vendí mi primer neceser.
¿Cómo te sentiste?
Fue lo máximo ¡porque tenía tantas ganas de que alguien se interese por mis cosas! Aunque vendí un par de cositas, quedé súper contenta."Mi vida ha cambiado desde que me fui a Ayacucho… Yo me fui triste para allá y ahora soy feliz".
¿Qué sientes cuando bordas?
Algo placentero. Yo preparo mi espacio, pongo mi música y se me va el tiempo y estoy feliz. Me dan las 2, las 3am y no me doy cuenta. Siento bastante paz. Yo he tenido una vida no muy pacífica, he sufrido depresión y luego de esto nunca más me he vuelto a deprimir.
¿Qué materiales sueles usar?
Yo prefiero la lana de oveja, que es un poco más delicada para bordar porque se puede romper, pero es artesanal y no tiene brillo; de las industriales me gusta la Alpandina. En cuanto a las telas, me gusta la pampita que es lana de oveja tejida en telar, el tocuyo y la lona.
¿Crees que los materiales que necesitas son fáciles de encontrar?
No, la lana de oveja, por ejemplo, no la puedo conseguir al por menor teñida. Así nomás no te quieren vender esa lana, y en Alpandina no hay colores chillones o fuertes.Me encanta bordar en hilo porque hay una gran variedad de colores y puedes trabajar con la cantidad de hebras que quieras. Me gustaría encontrar más calidades de lana de oveja, alguna que no se rompa al bordar. Mis amigos artesanos me envían lanas y me tejen pampitas, todo lo coordinamos por teléfono por la confianza que hay entre nosotros.
¿Cuál es el próximo paso de Munay?
Ahorita quiero ir a Ayacucho y capacitar a algunos artesanos para que puedan seguir mis patrones. No les voy a enseñar a bordar, pero sí hay ciertos acabados que tienen que ir incorporando.Este diseño no era así (señala tejido); tenía medias flores, hojas que se cortaban a propósito, etc. Cuando se lo dejé al artesano me dijo: “lo estoy corrigiendo porque está todo mal”, jajaja, él las “arregló”.
Yo quiero poder enseñarles a seguir mis patrones; si está cortado, es cortado, si le falta algún pedazo, le falta y así es. Cuando tienes que hacer un trabajo, tienes que capacitar a las personas que van a trabajar para ti. Capacitar no es enseñarles a bordar, ellos ya saben bordar, pero hay ciertos acabados que dependen del diseño y del estilo del artesano.
Me dicen que en Lima también puedo conseguir gente que trabaje los bordados, pero yo estoy ligada a Ayacucho. Como ellos me enseñaron, yo quiero trabajar con ellos. Los artesanos son bien celosos de su trabajo, pero conmigo han sido súper buenos y han tenido mucha apertura. Mi corazón se ha quedado allá.
¿Y cómo son tus clases?
Cuando yo enseño, mi única pretensión es que las alumnas hagan algo bonito. Sea lo que sea que hagan, que les salga lindo y se sientan felices al ver lo que han logrado. Las personas llegan por diferentes razones... algunas porque están en duelo y necesitan distraerse, otras están deprimidas como yo estuve. Me gusta mucho enseñar porque llegan personas con los más variados intereses; ya sea porque sueñan con bordar, para trabajar, para distraerse o porque se jubilaron y ya pueden darse tiempo para hacer nuevas cosas o porque están tristes.
¿Cuáles crees que son las principales barreras que tiene la gente para no dar ese paso?
La seguridad. Yo siempre dudaba si irme o no; a mi hermana siempre le preguntaba: “¿tú crees que deba irme?’” y me dijo “¡anda!”. En octubre del año que fui a Ayacucho me quedé sin trabajo allá y estaba triste. Llamé a mi hermana para contarle y mi familia hizo una chancha para que pueda quedarme más tiempo.¿Qué otras barreras encuentras? ¿Han participado hombres en tus talleres?
No, no han venido hombres a mi taller. Supongo que la barrera es cultural. En Ayacucho en cambio, todos bordan. En la casa se recibe un trabajo y para entregarlo a tiempo, toda la familia mete la mano. Todos bordan, todos cosen, todos tejen, y por lo general los maestros son varones.¿Qué le dirías a las personas que quieren bordar, pero no se animan aún?
Que todo es perseverancia, tienen que intentar y empezar sin juzgarse mucho. Lo peor que te puede pasar es que no te salga y no era eso pues. Al bichito hay que hacerle caso porque por algo está ahí.Gracias Patricia por esta linda entrevista. Tu historia es la de una valiente del bordado, que se atrevió a ir por sus sueños.
Escrito por Silvanna Arévalo, editado por Jessica Vilchez
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Quisiera información sobre las clases, estoy muy interesada